Poesía narrativa.
La niña miró el cielo, estiró su mano y tocó la nube,
subió voló, jugó, contó estrellas y planetas
e imaginó una casita en la luna de merengue
espumoso, con ventanas de viento.
Y mientras creía y soñaba y creaba construía;
un puente entre nubes, unas lagunas de neblina,
unos cuantos kilos de viento y polvos de los planetas.
La luna aplaudió y bautizó la casita de las nubes,
le regaló flores de noche que nunca se marchitan,
el sol guardó luz eterna en una cajita,
y una estrella fugaz desparramó luces con una pajita.
En aquella casa siempre habría luz serena,
luz constante, luz pura luz brillante.
L niña se sentó en la silla de cráter plateado
y comenzó a escribir la historia de sus días alados:
“la vida es bella y amplia, el aire es de todos. Libre.
El agua está mojada. Fría.
Los bosques bien plantados. Amados.
Las gentes muy perdidas. Peligrosas.
CLAUDIA VERDECCHIA.
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